martes, 7 de febrero de 2012

Ibrahima..una historia de no violencia

Cada tarde voy a una de las bibliotecas públicas de Santander a estudiar cosas varias, y tener así la oportunidad de abrirme puertas laboralmente.
Esa biblioteca me gusta.
Se ubica en una zona bastante concurrida por extranjeros, y por ende bastante pisada por la policía. Para mí desmontan muchos prejuicios cuando les ves cada tarde igual que tú, "religiosamente" sentados en una silla, o entre estanterías repletas de libros encantados, o a la espera de poder ponerse al mando de un ordenador.
Y yo fantaseo, me gusta imaginar la vida de la gente aunque seguramente no acierte. Les imagino navegando entre las mil y una webs de trabajos-ninguno-para-mí, escribiendo o, con suerte, leyendo a sus familias y amigos, perfeccionando su torpe castellano, buscando fotos que les recuerden a sus hogares lejanos...
Parándome a pensar, incluso me asombro de que este colectivo no esté en caminos menos deseables socialmente, porque si los españoles lo tenemos difícil para encontrar un trabajo, ¿qué no pasa esta gente?

Hay uno que, diagnosticado, no se ducha. Y ha logrado hacerse de una zona reservada en una sala donde en estas fechas, por los exámenes de universitarios, ya no entra un alfiler. Honestamente un día me propuse cruzar esa línea y sentarme frente a él. Durante poco menos de una hora lo logré, pero finalmente desistí. Se trataba de mi buena intención o de mi estómago. El segundo pudo.
A este chico le voy a llamar Ibrahima (cuando hice mis prácticas de psicología en un centro de inmigrantes había un niño que se llamaba así y además de que era un amor, era igual de negrito)

Hace unos días Ibrahima volvió a entrar a escena. Quizá alguien se sintió demasiado indignado de que su estómago se revolviera. Lo desconozco.
Lo que me encontré cuando salí de la biblioteca fue una imagen que sigue dándome coraje al recordarla. Un chico que por su edad apenas habrá cotizado para la seguridad social, cogiendo por el cuello a Ibrahima, increpándole sobre no sé qué de la miseria española, de los put.. extranjeros que vienen...bueno, el simplista cuento de siempre.
Todo el mundo mirando pero nadie haciendo nada (desde la psicología social esto tiene una explicación, o varias).
Y yo tampoco hice nada, cuando la ira me animó a hacerlo ya era tarde. El chico le había soltado y él nos miraba a todos los que allí estábamos con lágrimas en los ojos. Luego se fue. Y las lágrimas quedaron en mis ojos.

Podía haber reaccionado y encararse si hubiese querido. Físicamente era el vencedor, y moralmente también. Pero no lo hizo, e intento imaginar su por qué. Puede que nunca lo sepa, no le he vuelto a ver. Así que fantasearé con que un día buscando en la red algún lugar entrañable o un trabajo-ahora-sí-para-mí, dé con este blog, se reconozca en la historia, y pueda leer esto: Siento tus lágrimas.

Y al cantamañanas que le agarró por el cuello decirle que primero acabe el instituto, luego se forme en algo honesto y la próxima vez que quiera buscar culpables mire a las clases políticas, porque es ahí donde está la falta. Esas son las que realmente huelen, las que revuelven el estómago de tantos y tantos. Y lo suyo sí que no se arregla con una simple ducha.

3 comentarios:

  1. Precioso Lore y humano , o quizá precisamente este adjetivo no refleje exactamente lo que quiero decir...

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  2. Emma, sentí que era el elefante del cuento atado a la estaca..pobre.
    Un abrazo chula

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  3. Recuerdo que me comentaste algo, de un chico que estaba en la biblio y que no se duchaba... por desgracia hay mucha gente que piensa que todos los problemas de los españoles vienen por culpa de los inmigrantes...

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