miércoles, 20 de noviembre de 2013

Jóvenes Y sobradamente preparados

Desde el viernes pasado estoy oficialmente en el paro... otra vez.
Podría sentir rabia por un nuevo finiquito.
Frustración porque una vez más los sueños se vuelven inciertos.
Podría sentir pena por lo que termina.
Coraje ante esta inestabilidad laboral que ya pesa demasiado, y a la que parece que los que les toca no encuentran solución.

Pero no, en este día lluvioso solo siento gratitud.

Por estos cinco meses.
Por lo que he aprendido, que ha sido mucho.
Por sentirme orgullosa del trabajo que he desempeñado.

Pero especialmente por la gente que me llevo en el corazón.
Por lo compartido y vivido.
A medida que pasa el tiempo comprendo mejor eso que dicen los que saben, que somos animales sociales. Necesitamos de los otros, y necesitamos estar bien con ellos. Digan lo que digan los que lo digan.
Yo he crecido en este tiempo, pero no solo me lo debo a mi misma, sino a los que me han ayudado a hacerlo.
A los que me hicieron desarrollar mi paciencia, o mi empatía, saber llevar la frustración que viene cuando has de entenderte con alguien que no es como tú. O a los que, con sus actos o sus historias, me demostraron que hay gente que pasa por la muerte de un padre, por el sentimiento de rechazo, por un aborto, por la enfermedad de una madre, y salen adelante. ¡Y de qué manera!

Cuanto más conoces, más conciencia tomas de que eres una minúscula partícula de energía en este cosmos. Que hay gente extraordinaria haciendo cosas extraordinarias todos los días, y que aceptar al otro y quererle es un milagro que cambia el mundo.
Hoy escribo para ellas y ellos.
No os olvidaré, y gracias por todo lo que me habéis aportado, queriendo o sin intención, porque me habéis hecho mejor.