miércoles, 23 de mayo de 2012

Y el tiempo pasa II

La estudiante
    No encuentras tu lugar. Viajas y retornas dejando un poco de ti en cada lugar, pero ninguno te hace sentar el culo del todo.
    Y mientras tanto acabas unos estudios que pesan ya demasiado. Dices que la gente tiene planes y tú todavía sueños. La luz al final del túnel no te proyecta la energía necesaria para sentirte-sentarte fuerte ante un libro.
    Pero el mundo continúa creyendo en ti, aunque a veces tú no creas nada. Y un día no muy lejano ya, los sueños se te convertirán en planes. Y volarás libre y genuina como eres.

El empresario
    Agobio.            Estrés.           Cuentas que no salen.
    Trabajo que sacar adelante en numerosas horas invertidas de más. Y la vida sin embargo pasa de largo.
    Alguien dice de ti que eres una persona de principios, pero no de finales. Y a veces son tan importantes los unos como los otros.
    ¿A qué coste se sacrifican las vidas que decidimos dejar atrás en el camino en detrimento de la que elegimos?
    Una vez oí en una peli que nuestro andar puede cambiarse cada vez que respiramos. Yo te veo respirar y espero uno-de-dos milagros: que aprendas a convivir con el estrés y disfrutar esa vida que te espera al cerrar la puerta de tu negocio. O que sueltes lastres y encuentres al que una vez imaginaste, y que aún puedes dar protagonismo en la escena de tu propia película.

El niño grande
    No sé por qué, el caso es que tu corazón se mantuvo al margen del paso del tiempo.
    Y cuando tu cuerpo tomaba forma de hombre, de trabajador, de padre, tu interior seguía alborotándose al enfrentar una realidad adulta, se evadía y buscaba protección, ocultaba los errores como cuando de pequeño escondías el chocolate.
    A veces creo que a los corazones generosos como el tuyo, no les queda más remedio que hacerlo así si no quieren perecer en la injusticia del mundo.
    Otras veces en cambio, creo que un día el sol que te alumbra y protege, se apagará y entonces ese inevitable crecer te alcanzará.

La hija.
    De ti sé poco. Desconozco qué relación tuviste con ella. Qué te hizo llegar a verla así. Pero sé de la sangre que os une, del carácter común del que tú quieres huir, y yo creo que más fácil será asumirlo como algo bueno.
    Me dueles.
                                   Sí, tú especialmente.
    Porque todos deberíamos encontrar los caminos hacia el alma, del punto A al punto B solo se llega a través del amor. Y no entender eso es quedarse en la oscuridad.
    Ojalá no tengas un día en el futuro que arrepentirte de lo dicho y hecho. Y sobre todo, de lo no dicho y no hecho.

La triste.
    A ti únicamente te guardo esta canción.
    Es mi regalo, del mismo modo que en su momento fue regalo para mí.
    Hace poco leí algo que perfectamente podía haber sido escrito para ti: "Lo que no te mata, te hace más fuerte."
    Encuentra esa fuerza, porque ya está en ti.

miércoles, 16 de mayo de 2012

Y el tiempo pasa

La hermana.
La gente sigue viviendo, dices triste. El mundo sigue girando mientras este dolor a ti te mata, y no entiendes por qué nadie se detiene a sufrir contigo.
Llorar a pecho abierto se te vuelve insoportable, y la vida un vacío injusto que te obliga a improvisar nuevos pasos.
Él se fue sin sufrir, ahora lo sabes.

La novia.
Te sientes extraña. Ya no sientes igual. Por momentos te dan ganas de salir corriendo.
La pasión que te hacía desvivirte da paso a algo más tranquilo, y la necesidad de estar con él está cediendo a nuevos caminos que no desembocan inevitablemente en sus brazos.
Ansías nuevos mundos. Sueñas otras formas de ver la vida, y él ahora es un lazo invisible que te ata a esta realidad que ya no es la tuya.
Pero le quieres. Y permanecerás. Quizás hasta mañana. Quizás hasta que a él le ocurra igual.

La sin nombre.
No sabes cómo te llamas. Ni qué edad tienes. Ni si alguna vez tuviste amigos.
Tampoco puedes decirme si es Lunes o Domingo. O si gozaste al ver la luna llena o una estrella fugaz, o al escuchar el sonido del mar.
Crees ver a tu madre en esa extraña, y no te cuestionas quien soy yo.
Pero me miras, y cuando te paso la mano por la cara, sonríes al tiempo que una lágrima cae por tu mejilla.
Y en tus ojos se adivina la experiencia. Las sonrisas. Las alegrías. Los momentos de paz. Aunque tú ya no puedas sentir todo eso.

El utópico.
Crees que podrás hacer de este país un rincón mejor, mientras ves atardecer desde tu tienda de campaña. Tu padre te recrimina que no concentres tus esfuerzos en buscar un trabajo "de lo que sea". "¿Para qué mis estudios entonces?", le preguntas.
Le hablas de ideologías en expansión, de la indignación de generaciones de jóvenes que véis cómo los políticos se han dedicado a pasearse por las legislaturas de gobierno dejando que vuestros sueños, vuestros esfuerzos y esfuerzos de vuestros padres, se vayan al traste por falta de compromiso, de honestidad, de ganas de hacer las cosas bien, de hablar la mitad y trabajar el doble, de escrúpulos ante tanta hipocresía, interés monetario y, sobre todo, ante tanta inmunidad e impunidad.
Hasta hoy, le dices a tu padre, hasta ahora que hemos llegado, estamos aquí, y no nos moverán.

La recién llegada.
Tienes ocho meses. Estás descubriendo los objetos, las formas, el movimiento. Diferencias lo conocido de lo extraño. Y tu corazón va poco a poco preparándose para germinar aquello que el camino te traiga.
Tienes unos ojos marrones preciosos. Grandes. Ansiosos por saber. Y estás gordita. Comes como nadie. Y adoras a tu tía. Aún no se lo puedes decir, pero una brujilla reconoce a otra brujilla cuando la ve. Y tú eres una mirona como-el-que-no-quiere-la-cosa.

Todavía no conoces a todas estas personas que se describen aquí.
No sabes del dolor que habita en el corazón de quien perdió a su hermano.
Ignoras lo que es el amor y el desamor también. Y que para sentirlos se requiere de mucha valentía.
A la-sin-nombre la podrías entender un poco mejor, porque estáis en el mismo cruce. Pero tú vas hacia el descubrimiento y ella regresa de su viaje.
Y la última persona..bueno, esa espero que pronto la conozcas y reconozcas en ti. Espero que quieras hacerte de un trocito de tierruca donde no ansíes lo que no tuviste, y disfrutes lo que sí tienes. Porque si no eres feliz con eso, tampoco lo serás con lo que te falta.

domingo, 6 de mayo de 2012

Llevar un viejo encima

          Llevar un viejo encima no es tarea fácil.
          Porque no es algo que uno sienta todos los días a menos que se detenga y piense que sus músculos hoy en forma, mañana le darán achaques.
          Y tampoco si llega la hora de comer, y un filete de esos ricos ricos le espera en la mesa, y le hinca el diente con hambre de seis días.. el mismo filete que en unos años tal vez tenga que rechazar porque su dentadura ya no responda igual "Demasiado duro para mí, me cuesta masticarlo"
           Y cuando uno se hace pipi y va al baño, ¿nos paramos a pensar que esa acción tan sencilla el viejo que llevamos encima lo ve como un privilegio?
          Y lo mismo siente al ver a las personas que nos rodean, que nos quieren, que nos demandan.. "nuestro" viejo o vieja se pregunta "¿estaré yo igual de rodeado/a?"

          Vamos de un lado a otro, muchas veces dejamos para mañana lo que podríamos hacer hoy, y el viejito que llevamos con nosotros observa atónito, porque sabe que el futuro es fugaz, sino que se lo digan a él.
          Ve cómo crecemos, cómo vivímos, cómo tenemos hijos..también ve cómo los educamos, y tiene miedo, porque un fallo en esos valores transmitidos, puede condenarle a la soledad, o a la indiferencia.
          Y ese viejito ruega que esos, nuestros hijos, tengan memoria y recuerden lo bueno, lo que son y serán gracias a nuestro esfuerzo, y sí, también "gracias" a nuestros errores, porque esos les enseñan y enriquecen igual, aunque a veces nunca lleguen a entenderlo.

          No, llevar un viejo encima no es cosa de niños, porque no somos conscientes de que está ahí, dentro nuestro, a la espera de cobrar su protagonismo, de asumir el papel que le toca y que quizás no sea el mejor o el que él hubiera elegido.

          Y es ese mismo viejo o vieja, el que al final de nuestros días, cuando le demos paso, nos mirará con benevolancia, y cargará con lo que le demos en herencia a pesar de haber estado observándonos y viendo lo que podíamos haber hecho mejor. Y eso será así, porque la sabiduría de esos viejos hace que nuestra inconsciencia adulta encuentre su equilibrio.
         
          Solo ese viejo sabrá lo que significó no poder comerse el rico filete, o ver alejarse a los amigos..

          ..o haber logrado, o no, enseñarles a nuestros hijos que ellos también llevan un viejo encima.