miércoles, 3 de enero de 2018

Treintaitantos

Música que suena y sueña.
Treintaitantos, de un solo golpe.

Una vez escuché a una sabia decir que la vida hay que vivirla hacia adelante, pero que no es sino mirando hacia atrás como se comprende, y que cada década tiene algo bueno.

Tal cual.

Cuando tenía once años escuchaba al Dúo Dinámico cantando a aquella niña de quince, y yo deseaba llegar corriendo a tenerlos.
Después ya no fue canción para mí, rondaba entonces los diecisiete, y vivía en Salamanca.
Me perdí tantas veces en esa edad que recordarlo me hace tiritar. Sin embargo, tenía juventud, y el camino era un lugar lleno de oportunidades, y de espacio y tiempo para cometer errores. En esa edad no importaba tanto equivocarse porque siempre quedaba vida para rectificar.
Una a esa edad se cree inmortal, atemporal y multiespacial.
Y visto desde ahora, no es que se crea es que realmente se es.

Luego llegó la veintena. Otro mundo.
Con más cordura pero mismo nivel de locura.
Más conciencia sobre lo que se hace pero mismo nivel de equivocación.
Y no hay equilibrio.
Los amores se viven intensamente, y los desamores catastróficamente.
Lo que nos hacen es un agravio mortal. Lo que hacemos una mindundada no digna de tener en cuenta.
Y así seguimos. Sin apenas responsabilidades. Y sin embargo muchas incertidumbres.
Así es la vida de un veinteañero. Aunque los veas por ahí tan aparentemente soberbios, prepotentes o sencillamente tranquilos. Lo cierto es que su mundo interior es un espectáculo de fuegos artificiales donde nada permanece y todo está en constante cambio.
Y la mayor parte de las veces ni entienden qué es lo que les sucede, o sucede a su alrededor.

Pero de repente se presentan los treinta.
Y vienen exigiendo.
Cobrando el tiempo perdido. Los sueños aparcados. Y las decisiones no tomadas.
Y tienen consecuencias. De esas que una no imagina en una noche de alcohol ni en una clase de universidad somnífera.

Ahora es tiempo para sacar del armario la fuerza, o salir del armario con fuerza.
Para aceptarse a uno mismo y al otro.
Para que importe la solución y no el problema.
Para encontrar el equilibrio en lo que sentimos y en lo que hacemos sentir.
Para comprender que el blanco y el negro fueron un disco mix de un verano ya pasado. Y que ahora los colores lo invaden todo.
Y cuanto más sabes, menos entiendes.
Y necesitas abstraerte de este mundo que está tan loco, porque sino te volverás como él, si es que no lo hiciste ya.
Y valoras más todo. Al que se acerca. Al que te entiende. Al que te quiere. Hasta al que te odia, que te enseña.
Y llegas con más vértigo porque descubres que en realidad no hay verdades universales, que todo es relativo.
Y que no eres nadie especial que por merecer una vida de película, la tendrá. Esa hay que construirla.
Y eso da más yuyu, pero amplía el horizonte.

Pues va a ser que sí.
Cada edad tiene su encanto.
Qué razón tenías.