viernes, 22 de febrero de 2013

Una de no amor

Muchas veces se habla del amor. Y de su opuesto, el desamor.
Pero, ¿qué pasa con el No-amor?
Ese es un sentimiento que merece un sitio en la literatura de la jodienda. Porque precisamente eso es, una jodienda.
Existen en el mundo personas afortunadas que han sido amadas más de lo que han amado. Corazones que han querido razonar los sentimientos. "Es bueno, me quiere, se desvive por mí. Merece que le quiera."
Pero no le quiero.
Le tengo cariño, me ha hecho sentir mucho.
¡Ay! Qué doloroso es decir adiós.
Pero no le quiero.
¿Y si espero? A lo mejor...
Pero no le quiero.

Y se llora, se patalea casi igual que cuando se quiere de verdad. Pero no se quiere.
Y se depende de esos sentimientos casi igual que cuando se ama. Pero no se ama.
Y uno quisiera. Pero no quiere.
Y el dolor del otro duele más que el propio. Porque el propio no es amor. Es desear querer.

Y las personas van pasando por nuestra vida. Una, otra. Cada cual aportándote cosas. Y también haciéndote dudar si será que el amor no es para ti. El gen de no saber querer. Ya sabes.
Y el tiempo pasa. Y tú tienes una certeza. Esa persona no es.
Pero ¿donde está entonces? ¿Qué estará viendo ahora? ¿Qué estará pensando ?
Y mientras, vuelves a sentir con otras personas. Y no te das del todo. Y los imanes se repelen en lugar de atraerse. Y sigues dudando. Y deseas tenerle, y cuando le tienes, despliegas las alas en un intento de huir.

Y es entonces, cuando quizá algunos se conformen. Total, "Es bueno, me quiere, nos entendemos sexualmente, y me aporta sentimientos."

En cambio otros.. continúan el viaje. Furiosos, con rabia de no haber sabido querer esta vez tampoco.
Con tentación de detenerse en esa estación, pero con la certeza de que no es su andén.
Y prosiguen. A pesar de la pena, del dolor del otro, de su odio, de su confusión.

Y un día...
Llega ese sentimiento que les cambia la vida. Que no se piensa, porque está ahí y es real. Completa su alma. Atrae con una fuerza desconocida. Sin repeler esta vez.
Y saben que es eso. Que sí estaban hechos para querer. Solo había que esperar. Tener fe en que llegaría. Y ahí está.
Y ahora el miedo ya no es hacer daño al otro, sino que ese otro nos parta el corazón a nosotros.
Y ahora se desean todas las horas, todo su ser, toda la alegría del mundo.

Y ahora uno recuerda lo vivido, y sabe que llegó cuando tenía que llegar. Y que es lo que soñó..gracias a que lo luchó..
..y no se rindió.

sábado, 16 de febrero de 2013

¿Pedirás perdón si eres culpable?

La veo pasar cada mañana. Son días de frío y ella pareciera escapar de él y de algo más.
Los vecinos comentan. Una separada en un pueblo, mala combinación.
Acaba de llegar. Ha comprado la casa del señor Carlos. Llevaba largo tiempo a la venta. "Normal, era mucho lo que pedían los hijos del buen señor."
Se rumorea que viene huyendo de un marido, de una vida que no la gustaba, de un apellido.
No habla con nadie. Permanece en su casa, y solo sale para correr. Siempre a la misma hora, cuando el día recien comienza.
Dicen que si el resto del tiempo se lo pasa junto al ordenador, Julia la pescadera la ha visto a través de su ventana, que pega con su balcón.
No es muy simpática. La Cuca ha ido varias veces a su casa a ofrecerla verdura de la huerta, bizcocho recién hecho, huevos de las gallinas recien cogidos, y siempre lo declina. Una vez hasta la dio con la puerta en las narices. "Bueno, no tanto porque me quité a tiempo. Ahí estuve lista"
El cura ya ha preguntado por ella en la misa del Sábado. Las viejecillas- monaguillas le han puesto al día. No conseguiremos mucho señor cura, le dicen.

- No puedo más. Necesito escapar. Estar lejos del dolor. Poder ser yo sin temor a lo que piensen.
- ¿Cuándo volverás?
- No lo sé. Cuando me cure.
- ¿Cómo es ese sitio?
- Un pueblo. Apenas llegan a los cien vecinos. Me observan, creo que les causo curiosidad. Hay una que todos los días viene a traerme cosas. Aquí hay animales por la calle. Gente que trabaja desde el amanecer al alba. Sus caras... caras curtidas por el frío. Tienen expresiones rudas. No parecen saber nada de crisis, de corrupción, de engaños, de ritmos de ciudad.
- Eso no es para ti.
- Quizá. Pero eso tampoco.

10 de Febrero.
Hoy he conocido al maestro del pueblo. Un hombre envejecido que se ocupa de apenas veinte niños. Les enseña todo. Matemáticas, Lenguaje, Ciencias Sociales y Naturales, Civismo, Dibujo, y le queda rato para hacer ejercicio con ellos. Por cada diez flexiones de ellos, él hace una, el resto las ordena únicamente.
Hoy les ha colocado bajo el roble por el que paso todas las mañanas cuando corro. Ahí estaban, hablando de la vida. ¿Qué hariáis si un amigo se encuentra mal y necesita de vosotros, y vuestro padre os ha dicho que no lleguéis tarde a casa?- Maestro, ¿cómo vamos a desobedecer a nuestro padre?- Yo no respondo, yo os pregunto. ¿Acaso una cosa es incompatible con la otra? ¿No podriáis respetar a vuestro padre y cumplir con vuestro amigo a la vez?
Y me he detenido un instante. La conversación lo merecía. He imaginado ser yo también una niña sentada bajo el roble, y he respondido a la pregunta.

17 de Febrero.
Anoche alguien tocó a mi puerta. Dudé si abrir, no conozco las malas costumbres de este pueblo.
- Hola señorita, me llamo Manuela, y el otro día estaba sentada bajo el roble.
- ¿Cuántos años tienes?
- Once, el mes que viene hago doce. Yo quería decirla...quería decirla...que en su cara hay tristeza. Y no entiendo por qué, le he preguntado al maestro pero él no da respuestas, sólo pregunta. Así que me ha dicho: ¿Quieres preguntárselo a ella, que mejor que nadie te dará la explicación?
Yo la veo guapa..muy guapa. Se nota que sabe mucho, el maestro dice que además es lista. Tiene dinero, dice mi madre que sino no hubiera podido comprar la casa del difunto señor Carlos. Y a mi tío lo trae de cabeza, los niños no deberíamos saber estas cosas, pero él busca cualquier excusa para pasar con su furgoneta por aquí. Y como él, el hermano de Sara mi amiga.
- ¿Tú estás triste por algo?
- Yo no. Tengo a mi mamá, a mi tío el que la busca, tengo a mi abuelita, tengo a mi amiga Sara, nos contamos secretos que nadie más sabe. Y juramos que siempre seremos amigas. Tengo al maestro, que me enseña muchas cosas, y es bueno con nosotros. Dice que si sigo así, llegaré lejos. Yo quiero ser ingeniera. Quiero construir puentes entre las personas.
- ¿Y tu papá?
- Él murió cuando yo era pequeña. Pero no tengo pena. Dice mamá que nos ronda, y cuida de que nos pase nada. Y es verdad, porque una vez que Juan el burro vino a pegarme, se tropezó antes de alcanzarme, y el paleto le salió volando. Desde entonces usa fundas, y no ha vuelto a meterse con ningún niño de la escuela.
¿por qué está triste?

- Cuando seas mayor, conocerás el amor, la confusión de los adultos, y que las cosas que a tu edad eran sencillas se tornan complicadas, y ya nada es sí o no, existen los matices, reales e inventados.
Yo quise mucho, y me hicieron daño. Entregué todo y me quedé sin nada. Ahora todo el mundo me juzga, y nadie me cree.
- Yo la creo
- Tú me crees porque solo soy la que ves, la que escuchaste bajo el roble. Pero otros me conocen de antes, con las circunstancias que me acompañan desde que nací.
- ¿Y qué circunstancias son?
- Soy princesa, mi marido ha robado a mi país, y yo se lo he permitido.

viernes, 8 de febrero de 2013

SOY

- "Tú has cambiado, ya no eres la misma"

     No me gusta hablar de las relaciones interpersonales. Soy consciente de que contienen múltiples puntos de vista, factores que las mueven, matices que las transforman, y aunque las hablemos, siempre se nos escapará algo de su verdad.
     No obstante, últimamente me rodea la reflexión en torno a ellas. Así que aquí queda para ti. Mi particular opinión.

     Hace poco un alma amiga me dijo la frase con la que inicio. La pensé, repensé, y entonces la guardé en el cajón de sugerencias.
     La gente no cambia, se transforma. Soy partidaria de esa idea, y actúo en consecuencia.

     Hace rato ya en mi vida que no espero cosas de nadie, ni permito que esperen de mí si eso implica exigirme si no les llega. Tampoco le digo a nadie lo que hacer, procuro igualmente no juzgar, y por contra, saco las garras si me dicen lo que he de hacer y si me juzgan.
Si no me gusta algo, lo digo. Y si no lo digo, lo olvido. Si alguien se aleja, intento que no lo haga, y si lo hace lo respeto.
     La experiencia me ha hecho ver que normalmente quien más exige es quien menos suele dar eso exigido después.
     Creo que cuando uno juzga, pierde la perspectiva. Cuando uno critíca, olvida ponerse en los zapatos del otro. Y cuando uno no se molesta en ponerse en el lugar del otro, provoca grietas por algún lado de la relación.

     Yo no he cambiado. Sigo siendo la niña con sueños, con rebeldía, con terquedad, con dejadez, que quiere sin remisión a los que pisan su mundo, que valora la vida y se aferra a ella con uñas y dientes.
     Pero sí me he transformado. Sería una tábula rasa de otra forma, e implicaría que la vida pasa por mí y no me influye, ni para bien ni para mal.
Por suerte, sí lo hace.
Aprendo de ella.
Con sus golpes me hinca de rodillas en el suelo.
Su rutina me lleva con frecuencia.
Me obliga a gritarle al mar a veces.
Ante el dolor me hace regresar crecida, y primero me hace encerrarme en mi caparazón.
¿Pero y qué? ¿A quien hago daño? La ausencia de alguien no es un agravio. La ausencia de alguien es echarle de menos, es respetar la distancia, es congelar los sentimientos para que no se erosionen, y es desear que vuelva lo más pronto posible.

     Yo hace tiempo exigía lo que no me daban, pero cuando perdí a un puñado de gente por el camino, comprendí que esperar de alguien lo que no te da, es querer a otra persona que no es la que tienes en frente. Y tarde o temprano el olvido mutuo estará cantado.

     Para mí, el lazo más honesto que tienen las relaciones es aceptarse, mantenerse a pesar de las diferencias, el tiempo y la distancia, y una vez más lograr que sea el amor el que dicte la trayectoria. Porque es la vía más segura al "Para siempre"

     Todo lo demás está de-más. Todo lo demás es perder tiempo, en lugar de vivirlo.