sábado, 21 de diciembre de 2013

Gallardón..con un cojón.

¿Cuantas veces habrás escuchado eso de "mi cuerpo es mío", eh Alberto?
¿Cuantas veces han podido resonar las palabras "mujer", "decisión", "libertad" en tu cabeza sin provocarte ninguna reflexión más allá del desempolve de una ley restrictiva?

Vamos a hacer un ejercicio de empatía, algo muy efectivo y que deberíamos practicar más a menudo.

Imagina que estás haciendo pi-pi en el baño.
 ¿Sí?
Ahora imagina por un segundo que alguien a quien tú no conoces, incluso al que podrías detestar en base a lo que sabes que hace, tiene el poder de decidir lo que se puede hacer o no con lo que ahora tienes entre las manos.
¿Estás en ello?







¿Qué has sentido?
¿A qué se te ha puesto la carne de gallina?
¿A que se siente miedo imaginando que alguien te obliga a hacer con tu miembro viril lo que tú no deseas, o cuando usarlo, o cómo usarlo?
¿A que tú desde esa cúpula de poder corrupta no te has levantado ayer por la mañana con la sensación de que coartan tus derechos? 
¿Qué se siente como responsable y político viendo por televisión a esa chica apaleada por un policía por defender su derecho a decidir, el cual considera legítimo? 
El mismo derecho del que tú haces uso y abuso.

Hasta los que te apoyan te echan en cara que con esa obligación que instauras a tener un niño con malformaciones, no incluyas lo que el sentido común grita: AYUDAS ECONÓMICAS.
Tú dices que hay que tenerlo, ahora lo de cómo mantenerlo ya queda para otro día.
Lo que tú aparentas tiene un nombre: hipó.................................crita.

No dudando de tu integridad política, y creyendo que, aunque terriblemente equivocado, has sido coherente con tu moralidad y tu concepto del "bien", he de decirte algo:

Unicamente pasarás a la historia por ser el ministro"no sé quien" que en pleno siglo XXI atacó derechos fundamentales de la mujer. 
Da igual que tu ley no lo reconozca, la moralidad individual y colectiva así lo clama.

¿Qué triste no?





martes, 17 de diciembre de 2013

Mi, me, conmigo

Hay personas que se dejan morir antes de que el cuerpo mismo lo haga.
Deciden rendirse, abandonar la vida, simplemente sobrevivir.
Y entonces la vida también les abandona a ellos.
Y esas personas olvidan lo que es el amor, la amistad, darse al otro de la misma manera que piden ser entregados.
Los dolores del alma a veces nos superan.
En ocasiones el tiempo para lamernos las heridas excede el tiempo en  el que el mundo deja de girar por nosotros. 
Por eso no hay segundas oportunidades.
Este es el tiempo que nos toca vivir, gozar o malgastar.
No sirve de nada llorar eternamente, hay que abrazar al dolor y seguir adelante.
No importa cuan profunda es la herida, toca reconstruirse alejándose de lo que nos daña.
Las personas que se fueron no volverán porque nosotros dejemos de vivir. 
Los problemas no se solucionarán porque nosotros los centrifuguemos en nuestra cabecita.
La paz no llegará si nos empeñamos en buscarla fuera.

Dentro de cada uno existe un mapa, de más o menos piezas, y somos  quienes componemos y descomponemos nuestro propio puzzle. No nadie. Nosotros.
Si nos arrinconamos, no fueron los otros los que se distanciaron, fuimos nosotros los que anduvimos el espacio.
Si amamos y nos aman, somos nosotros por enteros los que sentimos, gozamos y vivimos.
Si nos dañan los juicios de valor, somos nosotros quienes debemos reforzar el escudo protector.
Si guardamos rencor, es nuestro corazón el que sufre.

Es sobre ese puzzle sobre el que debemos trabajar.
- Se acabó el amor...                                  "me rearmaré y volveré a caminar"
- Tengo miedo...                                        "lo controlaré y haré lo que deseo"
- No quiere ser ya mi amigo...                   "le dejo ir y que siga su camino"
- Me quedé sin trabajo...                            "Saldré y buscaré uno nuevo"
- Se fue para siempre...                              "No volverá, pero puedo sentirle en la belleza del mundo, en mi propio resurgir, en cada sonrisa, en cada abrazo"

Para cada cosa que nos daña, siempre hay una antítesis, un diálogo con nosotros mismos que nos salva y lleva hacia adelante. 
Únicamente hay que encontrar esa voz que nos hable..y si no existe, porque nunca la ayudamos a crearse, entonces hay que inventarla, poco a poco.
Porque los grandes cambios se dan en los procesos sutiles.
Pasar de sobrevivir a (super)vivir depende tan solo de nosotros.
De mi.
De ti.
De cada uno.