jueves, 1 de marzo de 2018

Comparaciones Versus

Soy de la generación de los 80, y en esa generación se nos educaba, en gran mayoría, mediante la comparación.
Se te comparaba con tus hermanos o primos, con tus compañeros de escuela, hasta con algún ideal inalcanzable que tus padres o tus profesores tuvieran en la cabeza y que fuera para ellos lo que tú deberías ser, o cómo tendrías que comportarte.
Si eras bajo compararte con alguien más alto, si eras mal estudiante compararte con alguien aplicado, si eras travieso compararte con alguien que al contacto visual de algún mayor se quedara quieto sin pestañear.

La comparación en sí misma.

Y esa comparación hacía que uno poco a poco fuera interiorizando algo tan dañino como lo siguiente: siempre hay alguien mejor que yo, o siempre tengo que parecerme a alguien que no soy yo.
Y de carambola, también lo siguiente: puedo ser una mierda con piernas ante alguien que es mejor que yo, o más guapo, o más simpático, o mejor estudiante, o mil cosas más.
Porque aprendías eso: a comparar. Y a veces salías bien parado, pero otras la autoestima te quedaba por el suelo, porque el otro era mejor. Porque inevitablemente siempre va a haber personas que hagan cosas mejor que nosotros, pero no por eso sean mejores.
Parafraseando a Richard Gere en Pretty Woman, me ha costado mucho tiempo y esfuerzo pronunciar la última parte de esa frase: pero no por eso son mejores. Ahí radica lo importante que no se nos decía.

Eso es lo que se estilaba allá por los años 80-90. Así la sociedad de manera general entendía que se debía educar o motivar a los/as niños/as para mejorar. "Pero funalito, qué vago eres, aprende de tu prima  X lo estudiosa que es, ella sí que vale".

Y una vez, y otra vez, e infinitas veces.

Y luego estaba la comparación por el extremo opuesto, quizá más prototípica de este siglo pero igual de dañina: "Cariño, ves que tú sí haces eso, y los demás no son capaces de hacerlo", aquí la autoestima no sufre, sino que se infla, hasta que un baño de realidad lleva a ese niño o niña desde el mundo de los más especiales del mundo mundial al de los normales seres humanos, y ahí padecen, porque lo que ellos quieren, y no alcanzan, es que todo el mundo vea lo especiales que son, y eso por desgracia sólo sus padres lo veían.

La comparación es la forma que tiene la sociedad de intentar convertirte en alguien diferente a quien eres, que dejes de concentrarte en ti contigo mismo y veas al otro como la competencia. Creyendo que hay incompatibilidad, que es el otro O tú, cuando en la realidad puedes ser tú Y el otro también.
Cuando en realidad no hay nadie mejor que tú, y tampoco peor, en el don de vivir tu vida y ser feliz.

A mi alrededor hay personas que han crecido en la comparación y si observas con detenimiento, les ves las heridas, esas grietas de inutilidad que alguien abrió en sus corazones, y que aun hoy permanecen.
Porque no les enseñaron que sí podían, no les enseñaron que si les venía bien mejorar era por sí, y no para parecerse a nadie, que si tenían más torpeza eso les hacía más ellas, siniguales, valiosas, increíbles, y no tenían que buscar ser nadie más.
Porque no les enseñaron que no tenían que ser perfectos, que ya eran la mejor versión posible: ellos y ellas mismas.

Todo eso lo aprendes en el mundo real, y con suerte cuando eres adulto, cuando el deseo de quererte es más importante que el qué dirán.