lunes, 20 de noviembre de 2017

El día que tuve cáncer

Es de esos textos que una escribe y tiempo después retoma, y descubre que tiene tanto sentido, tanta verdad, tanta emoción.
Por eso hoy lo comparto aquí, porque quizá llegue a alguien que le ayude.
Hoy puedo decir, con el paso del tiempo, que de todo se sale, y te queda lo bueno que las adversidades te enseñan.
 
1.10.2017
El día que tuve cáncer fue hace un mes. Una médica frente a mí diciéndome que mi vida iba a cambiar. Cuando yo creía que esas cosas no me pasaban a mí, les pasaba a otros.
Y de repente ahí estaba, saliendo de una sala con una verdad demasiado dolorosa, demasiado injusta, pero tan real, tan crucial, tan penetrante.
El día que tuve cáncer era 1 de septiembre, y la médico escribía en su informe: se le fue comunicado a la paciente el 1 de septiembre.
Hoy es uno de octubre, y faltan 3 días para que me extirpen la mama. Me he estado preparando durante todo este tiempo, aprendiendo a renunciar, a desapegarme, a dejar ir a ese pecho que ya no está, esa mama a la que no guardo rencor, a la que amo profundamente por cuánto me dio, por cuánto me hizo disfrutar, por las mil imágenes que me regaló en el espejo. Esa teta de la que me voy despidiendo en cada caricia que duele, en cada abrazo diciendo adiós. Esa teta que tiene algo malo y que ha de salir de mí.
No guardo rencor a nadie, al mundo tampoco. En este tiempo he llegado a aceptar que las cosas son así, que fluyen como toca que sean, y que yo he de fluir con ellas, no revolverme, no oponerme,  no despotricar. Porque la verdad llega, y me alcanza quiera o no quiera verla.
Estoy aprendiendo mucho, estoy recordando lo que es la vida, la suerte que tengo, y los instantes valiosos que toca vivir y no malgastar.
Estoy aprendiendo a agarrar la flor, a respirar la brisa, a comerme con los ojos la corriente de los ríos, y sumergirme en las olas. Estoy aprendiendo todo eso y más. Estoy viendo a todos los que me rodean, la suerte que tengo, la suerte que he tenido siempre y no lo sabía. Hay tantas cosas buenas a mi alrededor, y qué ciega estaba.
Tata y Toqui me acompañarán al quirófano, en ese corredor que tanto me asusta, y ellos irán conmigo, cuando la última mano de los que viven en esta parte del mundo me toque, ellos aparecerán y me acompañarán, y estarán conmigo, como dos palomas, las dos palomas que siento, que veo, y que tanto me protegen.
Me siento afortunada, con enfermedad y todo, con pérdida y todo, tengo tantas cosas por las que merece la pena sonreír, y yo había olvidado.
Hoy llueve, pero no en mi corazón. Aquí hay revoltijos, mariposas, gorjeo de pájaros, música y esperanza, mucha esperanza, de esa que me embriaga, que me da tanta paz.
En mi corazón hoy hay sol, y resol, y calor, y olas, y niños riendo, y abuelos paseando en un instante eterno, en el que nada malo ocurre, en el que la vida fluye, y yo con ella.
La felicidad es una elección, ahora lo sé. Y yo estaba dormida, creyendo que los estados de ánimo pueden. Pero no, la felicidad es una elección, la alegría es una opción que puedo escoger.
Cuantas veces nos dejamos llevar por las mini incomodidades del día a día. Y creemos que son un mundo, y son apenas un rasguño. Cuántas veces nos quejamos de tanta sin razón, de tanta ausencia de problemas reales. Cuántas veces creemos que la rutina es mala, y que no tenemos suerte.
Y la suerte es respirar, la suerte es caminar entre los que nos quieren, sentir un abrazo, o una caricia. La suerte es poder levantarte por la mañana, tener un día entero para ser, para estar, y para saber que ese es el tesoro, la vida es el tesoro, la vida es la lotería, la vida ES.
Te dejo ir.
Esa es la frase que más me repito, para llegar tranquila, para que la pérdida sea más liviana. Cuando los que te quieren te dejan ir, todo es más fácil, menos doloroso, más llevadero.

Una olvida que respira, y es lo más valioso. 
 La suerte es respirar.
Sólo eso, respirar.