martes, 25 de junio de 2013

Fugaz esta vida

Oí hablar de ella cuando era pequeña, más nunca la vi. Dicen que combatía al mar con recuerdos, y cada tarde con la brisa del sol poniente, germinaba la esperanza en el día después.
Esperó por él al son de un jazz. Un disco de vinilo corroído por el tiempo y la ausencia.
Fueron tres meses que sumaron siete, y luego dos años, cinco, y nunca un final cierto.
Mi tía, una tarde que mirábamos al mar, me entregó una carta vieja, junto a una foto en un sobre sin destino.
- Lee.

"Hoy hablé con ese señor. Me explicó que la solución es sencilla, yo estoy dispuesta pero depende de ti. ¿Qué te pasa por la cabeza amor? ¿A qué tienes miedo? Yo no lo tengo. Más adelante todo puede volverse atrás si no estás seguro, pero ahora podemos acortar esta distancia asfixiante, podemos seguir escribiendo nuestra historia.
Te espero, cuéntame.
Te requiero."

Algunas letras estaban borrosas por el deterioro del papel, y mi tía hubo de ayudarme. Luego la pregunté.
- ¿Qué pasó?
- ¿Tú qué crees?
- Sé que nunca vino, porque no la conocí. Pero me refiero a qué pasó. ¿Qué hizo él?
- Aún no puedes comprender, porque tienes la fortaleza de la juventud, pero los mayores por el camino vamos perdiendo cosas, no solo amigos o amores, sino cosas de nosotros mismos. Él no venció sus miedos. No supo vivir con la incertidumbre. Prefería un mundo conocido que una derrota a su lado. Y lo que hizo fue nada.
- ¿Nunca hubo respuesta a la carta?
- No.
- ¿Y cuántos años han pasado?
- Veinte.
- ¿Puedo?
- ¿Quieres hacerlo? ¿Crees que ella merece respuesta?
- No. Quiero hacerlo por él, nunca es tarde para salir vencedor.
- Adelante. Sé cómo hacérsela llegar.

"Esta es la carta que debió llegarte veinte años atrás, y espero que si aun guardas en el corazón un atisbo de lo que sentiste, leas y comprendas.
Dice mi tía que los adultos son complejos, que temen, sienten rencor, y no siempre luchan por lo que quieren.
Yo voy a hablarte de un hombre. Un hombre que existió a mi lado, que jugaba conmigo, y que me quiso mucho.
Ese hombre un día dejó de reír, otro más tarde de hablar alegremente, y poco después ya no volví a escucharle cantar.
Siempre lo vi de acá para allá, trabajando, y solo con pequeños momentos de ocio. Su mirada triste me hablaba de la vida, quiso asegurarse de que no tarde supiera hacerla frente.
 
Es mayor. No como el abuelo, pero mayor. A veces se queda parado entre la gente, como quien no encuentra su sitio. Otras en cambio continua abrazándome fuerte, como si en mi ser estuviera su salvación.
Solía contarme historias pasadas, con una mujer que quiso, y sé que le dolían, porque nunca me contó el capítulo final.
Ahora, tanto tiempo después, yo escribo ese último capítulo por él. Para ti. Y ojalá no sea tarde.

- No hay dudas. Espérame, voy en tu busca."

2 comentarios:

  1. Bonita historia la que nos cuentas y, a la vez, triste, no? Son esas historias que nos contaban los abuelos y escuchabas atenta sin entender en realidad, todo lo que había "tras" ellas... Sí, siempre bonitas, pero con más sentido para ellos que para nosotros...

    ResponderEliminar
  2. Esa pareja una vez fue joven como nosotras, una vez decidió, y ahora veinte años más viejos reescriben de nuevo la historia, y quien sabe si esta vez habrá perdices ;)
    A todos nos puede pasar que un día el miedo...
    Un abrazo inmenso Emma.

    ResponderEliminar