sábado, 11 de mayo de 2013

Paolé

 
Hay personas inmensas por ahí. Anónimas. Que en apariencia no te transmiten tanto como lo que finalmente guardan.

Esta noche miré a una mujer a los ojos. Increíble. Sorprendente. Gigante en sus actos, inteligente en sus palabras.
Aceptando que él se vaya, pero plantando firme su corazón en el mundo.
Con lágrimas, pero sin rencor.
Entendiendo que la gente toma sus decisiones. Respetándolas, aunque vaya en su contra. Y a pesar de ello, generosa de sentimiento.
Tomando su propia decisión.

Yo la miraba. Como quien mira la esperanza en un futuro mejor, compuesto por pequeñas migas, porque eso es lo que somos todos, pequeñas migas de lo que podemos terminar aunando juntos.

La miraba y no quería estar en su cuerpo.
Resignación, para dejar marchar a quien quieres.
Intuyendo que si se va para no volver(te), seguramente tú quisiste más que él.
Pero aun así queriendo, hasta el final, hasta esa terminal de aeropuerto, en ese viaje de vuelta a una vida en la cual él ya no estará.

Los sentimientos son insospechados. A veces te atraen con fuerza desmedida, y otras en cambio, tienen apenas el tirón de una leve brisa.

Te admiro.
Has jugado tus cartas como toda una señora.
Maravillosa mujer que amó.
Que hoy pierde, pero se lleva un valioso tesoro. Su propia esencia.
Tus grandes acciones quedan ahí. Y a él lo acompañarán por siempre.

Quizá no supo corresponder tu forma de amar. Y, sin embargo, tuvo el privilegio de tenerte. Fue tocado con la varita de lo inalcanzable, porque desde el principio, para mi, fuiste una mujer con luz propia, esa luz para la que no todos los hombres están destinados.

Suerte en tu nueva vida.
Eres grande, y como tal vivirás.

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