lunes, 2 de junio de 2014

Mindundi

Mi generación es la generación de los mindundis.
Nacimos en época de bonanza, bienestar y desarrollo acelerado de este país.
Hemos madurado tarde porque la realidad social así nos lo ha permitido.
No hemos vivido una dictadura ni padecido la escasez que nos precedió.

Desconocemos el alcance de esos logros que el rey que hoy abdica, alcanzó.
Somos la generación a la que todo le fue dado, más derechos que deberes, según dicen los mayores, y será verdad.

Hasta hoy.

Como aquel que ha de pagar justamente por lo recibido, ahora somos la generación que se queda fuera de las bonificaciones a la contratación.
Somos los emigrantes en busca de un futuro mejor.
Somos los que tenemos los sueños congelados, los que vemos diferencias de clases, y poderes económicos que tutelan nuestra existencia.
Somos los que, llegado el momento, padecemos lo que no elegimos y cargamos con los errores de los que decidieron por nosotros.
Vivimos entre formas de pensar, de hacer las cosas, que heredamos y no enjuiciamos.

Hasta hoy.

Yo tengo miedo.
Realizar un cambio profundo y de envergadura da miedo. A lo desconocido, a que uno se equivoque en la opción a seguir. Y más cuando de lo que hablamos es de un cambio en el destino común de un país. Algo que no solo afecta a una generación sino a una sociedad completa.
Pero los cambios son necesarios, a pesar del miedo. Para progresar, para explorar otras formas, para buscar una identidad que se adapte mejor a nosotros en los tiempos que corren.
Yo no osaré atacar la monarquía que ha regido el país de mis padres y de las generaciones colindantes, porque entiendo que si se ha mantenido tanto tiempo es porque ha servido de utilidad al pueblo español.
Quizá por un contexto social, por unos cambios estructurales que en su momento así lo demandaban.

Hasta hoy.

A partir de aquí yo quiero construir mi país, nuestro país.
Quiero poder decidir.
Quiero poner en tela de juicio todo lo que me rodea para poder construirlo de nuevo.
Mantener lo que sirva y retirar lo que ya no tenga utilidad.
Quiero dar mi opinión en los grandes asuntos que afecten a mi país, y me afecten a mí.
Quiero decidir y equivocarme, pero decidir.
Quiero poder votar si quiero otro rey, si quiero la continuidad de la monarquía, o me interesa buscar una alternativa que quizá hoy sea más plausible que esa.
Quiero que los que trabajan para mí, los políticos, me pregunten qué hacer, y asuman el riesgo que conlleva mi respuesta, y sepan gestionarla con eficacia.
Porque en el programa electoral del partido político que cada uno de nosotros votamos en las elecciones generales, en ese programa, que es un contrato tácito y vinculante con los ciudadanos, no se reflejan todos y cada uno de los asuntos que luego nos afectan como sociedad durante cuatro años.
Es por tanto necesario y deseable que cuando esos asuntos llegan, se me pida opinión sobre el camino a seguir.
A mi y a los millones de habitantes de esta tierra llamada España.

Yo confío en el cambio social que ya se está produciendo, confío en que los muchos políticos honestos que hay se suban al carro de las nuevas corrientes trabajando como lo han hecho hasta ahora.
También confío en que los políticos deshonestos cojan miedo y den paso a una clase política más preparada, más comprometida y más igualitaria con los ciudadanos.

Hace unos meses me avergonzaba de mi país, ahora creo en él, y en mi generación.
Y, si somos capaces de alcanzar un cambio profundo basado en las ideas regeneradoras, en la paz y en una mejor educación, dejaremos de ser la generación de los mindundis y lograremos el objetivo común para el cual estábamos destinados.
Y abriremos el camino a las generaciones que nos siguen, para que vean otras alternativas, para que valoren nuestros aciertos y nuestros errores, e inventen los suyos propios.

1 comentario:

  1. Queda esperanza, no todo está perdido, empezamos a despertar, aunque sea despacio y pronto habrá profundos cambios. Tiempo al tiempo.

    ¡Salud!

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