lunes, 11 de marzo de 2013

Ecos

- No te vayas aún.

Me vestí. Me enfundé las botas el gorro, abrí la puerta del coche y salí sin mirar atrás.
La noche era gélida, pero las estrellas se veían tan claras que por un instante creí que podría contarlas.

He pasado demasiado tiempo desatando nudos, estoy cansada.
La primera vez que subí a ese coche, ya él no me miraba como antes. Así que traicionarle resultaba demasiado fácil e indoloro.
Cruzar el límite solo tiene una dificultad: el primer paso. Después, llega un momento que ya ni tan siquiera ves la línea.
Me así aun más al abrigo y seguí andando.

Líneas paralelas.
Que se ven.                                             Pero no se tocan.
Que se sufren.                                         Pero no se demuestran.
Que se sienten.                                        Pero no se funden.

Con el tiempo descubrí que eso éramos nosotros. Sin darnos cuenta del cuando. Un error. Un día. Una palabra no dicha. Otra dicha de más. Otro día. Y así perdiendo la perspectiva.

- Manuela, ¿eres tú?

Abrí lentamente la puerta. Y un instante preciso cruzó mi mente. Hace años yo había llegado del trabajo y él estaba escondido. Una luz tenue llamó mi atención desde la habitación. A medida que me acercaba, descifré velas sobre el suelo. Rojas, que escribían:
                   ooooo   ooooo
                      o       ooo
                      o       ooooo

Y debajo una A, una M y una O.

- Manuela, ven. Tenemos visita.

- Buenas noches.
- ¿Te acuerdas de Lucas?
- Sí, claro. Hola. ¿Qué tal?

Con Lucas crucé por primera vez esa línea que ya no noto.
Nos encontramos por casualidad una noche en un encuentro de fotógrafos noveles. Me clavó la mirada sin reconocerme, pero yo iso facto supe que era el amigo que había aparecido únicamente para la boda y desaparecido poco después.
Entonces lo precipitó todo, y lo volvió un desafío demasiado tentador para una fiera herida como yo. Haría daño a mi marido sabiendo que él difícilmente encajaría esa clase de verdad.
El encuentro de fotografía terminó, al igual que terminaron los posteriores encuentros fortuitos cuando la conversación sobre de donde nos conocíamos inevitablemente surgió.

No miento. A él ni a nadie. Ya no.
Esta es mi historia. Y lo humano sería decir que me arrepiento de lo hecho.
Pero lo real es que no es así.
Las incertidumbres del corazón permanecen en ocasiones ocultas incluso para una misma.
Y lo que hoy te resulta improbable, mañana es una certeza.
No me conozco, pero tampoco me cuestiono.

- Voy a ducharme. Estoy cansada. Un placer volver a verte Lucas, cuídate.


- Mañana tendrás que coger el tren para ir al trabajo. Tengo una reunión en las afueras, y lo necesito.
- ((¿Por qué no puedo decirte lo que siento?)). De acuerdo.
- ¿Cómo te ha ido el día?
- ((Hago el amor cada tarde con el mismo hombre, que me pide lo que no le doy.)) Como siempre, agobio y cosas por mejorar. ¿Y tú?
- Bien. Mañana nos jugamos un cierre importante, de ello dependen los beneficios de este año. ¿Te vas ya a la cama?
- ((Estoy cautiva dentro de mi corazón, y grito y grito pero ya no me oyes.¿Esto es lo que tendremos para el fin de los días?)) Sí, antes leeré un poco. Tengo que madrugar más para coger el tren.
- ¿Quieres que te acerque a la estación? Eso sí puedo hacerlo.
- ((Quiero que me quieras. Que no me sienta invisible)) No, no te preocupes. Ya sabes que me gusta andar y ver las primeras luces de la ciudad.

"El tren con destino Madrid- Atocha está estacionado en la vía 3"

Madrid amanecía. 11 de Marzo.
La música de los cascos me perforaba los oídos y el corazón.
¿Cuando me dormía dijiste que me querías o fue mi imaginación?

Pi-pi-pi-pi.. (las puertas se cierran)

- Hola. ¿Tienes un minuto?
- No, lo siento, tengo que colgarte. Estoy a punto de entrar en la sala de reunión. ¿Estás ya en el tren?
- ((¿Anoche me dijiste que me querías?))
- No oigo muy bien, te dejo. Luego hablamos.
- ¿Anoche tú..anoche..?.. ((Te quiero))

Piiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiii

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