miércoles, 16 de mayo de 2012

Y el tiempo pasa

La hermana.
La gente sigue viviendo, dices triste. El mundo sigue girando mientras este dolor a ti te mata, y no entiendes por qué nadie se detiene a sufrir contigo.
Llorar a pecho abierto se te vuelve insoportable, y la vida un vacío injusto que te obliga a improvisar nuevos pasos.
Él se fue sin sufrir, ahora lo sabes.

La novia.
Te sientes extraña. Ya no sientes igual. Por momentos te dan ganas de salir corriendo.
La pasión que te hacía desvivirte da paso a algo más tranquilo, y la necesidad de estar con él está cediendo a nuevos caminos que no desembocan inevitablemente en sus brazos.
Ansías nuevos mundos. Sueñas otras formas de ver la vida, y él ahora es un lazo invisible que te ata a esta realidad que ya no es la tuya.
Pero le quieres. Y permanecerás. Quizás hasta mañana. Quizás hasta que a él le ocurra igual.

La sin nombre.
No sabes cómo te llamas. Ni qué edad tienes. Ni si alguna vez tuviste amigos.
Tampoco puedes decirme si es Lunes o Domingo. O si gozaste al ver la luna llena o una estrella fugaz, o al escuchar el sonido del mar.
Crees ver a tu madre en esa extraña, y no te cuestionas quien soy yo.
Pero me miras, y cuando te paso la mano por la cara, sonríes al tiempo que una lágrima cae por tu mejilla.
Y en tus ojos se adivina la experiencia. Las sonrisas. Las alegrías. Los momentos de paz. Aunque tú ya no puedas sentir todo eso.

El utópico.
Crees que podrás hacer de este país un rincón mejor, mientras ves atardecer desde tu tienda de campaña. Tu padre te recrimina que no concentres tus esfuerzos en buscar un trabajo "de lo que sea". "¿Para qué mis estudios entonces?", le preguntas.
Le hablas de ideologías en expansión, de la indignación de generaciones de jóvenes que véis cómo los políticos se han dedicado a pasearse por las legislaturas de gobierno dejando que vuestros sueños, vuestros esfuerzos y esfuerzos de vuestros padres, se vayan al traste por falta de compromiso, de honestidad, de ganas de hacer las cosas bien, de hablar la mitad y trabajar el doble, de escrúpulos ante tanta hipocresía, interés monetario y, sobre todo, ante tanta inmunidad e impunidad.
Hasta hoy, le dices a tu padre, hasta ahora que hemos llegado, estamos aquí, y no nos moverán.

La recién llegada.
Tienes ocho meses. Estás descubriendo los objetos, las formas, el movimiento. Diferencias lo conocido de lo extraño. Y tu corazón va poco a poco preparándose para germinar aquello que el camino te traiga.
Tienes unos ojos marrones preciosos. Grandes. Ansiosos por saber. Y estás gordita. Comes como nadie. Y adoras a tu tía. Aún no se lo puedes decir, pero una brujilla reconoce a otra brujilla cuando la ve. Y tú eres una mirona como-el-que-no-quiere-la-cosa.

Todavía no conoces a todas estas personas que se describen aquí.
No sabes del dolor que habita en el corazón de quien perdió a su hermano.
Ignoras lo que es el amor y el desamor también. Y que para sentirlos se requiere de mucha valentía.
A la-sin-nombre la podrías entender un poco mejor, porque estáis en el mismo cruce. Pero tú vas hacia el descubrimiento y ella regresa de su viaje.
Y la última persona..bueno, esa espero que pronto la conozcas y reconozcas en ti. Espero que quieras hacerte de un trocito de tierruca donde no ansíes lo que no tuviste, y disfrutes lo que sí tienes. Porque si no eres feliz con eso, tampoco lo serás con lo que te falta.

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